ABSTRACT
El alejamiento casi absoluto del ejercicio profesional no me permite presentar a la Sociedad observaciones dignas de ser tenidas en consideración, y es sólo por cumplir con la obligación que impone la honrosa designación que se me ha hecho por lo que voy a relatar a ustedes una nefrectomía practicada por mí en asocio del doctor Zea Uribe hace quince años en el Hospital. Cristina Penagos, de treinta años de edad, soltera, sin hijos y de escasas facultades intelectuales, me consultó en agosto de 1900 para unos dolores en la región lumbar con irradiaciones hacia la ingle y el abdomen; en época anterior había tenido una hematuria. A la palpación bimanual, en decúbito dorsal, encontré en el flanco derecho un cuerpo globuloso, duro, sensible a la presión que, debajo del hígado seguía los movimientos del diafragma. Las paredes abdominales, sumamente flojas, hacían fácil la exploración. No había líquido intraperitoneal. La región lumbar no estaba deprimida; había ligero edema