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Horiz. med. (Impresa) ; 24(1): e2447, ene.-mar. 2024. graf
Article Dans Espagnol | LILACS-Express | LILACS | ID: biblio-1557944

Résumé

RESUMEN Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) son los medicamentos más potentes para inhibir la secreción gástrica ácida, y se utilizan en el tratamiento de la mayor parte de las afecciones inflamatorias de la mucosa gástrica. Forman parte de los fármacos más recetados y sobreprescritos en todo el mundo; por ejemplo, en los Estados Unidos, según la Encuesta nacional de salud y nutrición, casi duplicaron su uso en los adultos de 40 años de un 4,9 % hasta un 8,3 %, entre los años 1999 a 2012. Aunque, en general, se consideran bien tolerados, algunos estudios epidemiológicos ―que extraen información a partir de grandes bases de datos― han reportado una serie de efectos adversos asociados con su uso prolongado, entre los cuales están el deterioro cognitivo, la enfermedad renal crónica, el infarto de miocardio, el accidente cerebrovascular, las fracturas óseas e incluso la muerte, entre otros. El objetivo fue realizar una revisión narrativa de la literatura acerca de los efectos del uso crónico de los IBP sobre el deterioro cognitivo en los adultos mayores. Se revisaron artículos a partir de una búsqueda en las bases de datos Pudmed, Scopus y Scielo con las palabras clave y términos Mesh/DeCS relacionados tanto en inglés como en español. Los efectos secundarios a nivel neurológico inducidos por el uso crónico de los IBP pueden estar relacionados indirectamente con la presencia de alteraciones sistémicas secundarias (deficiencia de magnesio y vitamina B12) o con efectos directos sobre el funcionamiento neuronal después de pasar a través de la barrera hematoencefálica. Si bien se han descrito varios mecanismos neurobiológicos por medio de los cuales los IBP podrían favorecer el desarrollo de la demencia ―que comprenden el funcionamiento de la proteína tau, la acumulación de beta amiloide (βA) y la deficiencia de cobalamina, entre otros―, la mayor parte de la evidencia clínica disponible no ha encontrado una asociación significativa entre el uso de los IBP y el riesgo de demencia o el deterioro cognitivo. Para establecer de una manera más clara los efectos clínicos adversos del uso crónico de los IBP, en especial, en el funcionamiento cerebral, se necesitan estudios de cohorte bien diseñados, con tamaños de muestra grandes y periodos de seguimiento prolongados, con un método confiable para ajustar los factores de confusión estandarizados y, además, realizar análisis por subgrupos.


ABSTRACT Proton pump inhibitors (PPIs) are the most potent drugs to inhibit gastric acid secretion, being used in the treatment of most inflammatory conditions of the gastric mucosa. They are among the most prescribed and overprescribed medications worldwide; for example, in the United States, according to the National Health and Nutrition Examination Survey, they almost doubled their use in adults aged 40 years and older from 4.9 % to 8.3 % between 1999 and 2012. Although they are generally considered well tolerated, some epidemiological studies extracting information from large databases have reported a number of adverse effects associated with their prolonged use, including cognitive impairment, chronic kidney disease, myocardial infarction, stroke, bone fractures and even death, among others. The objective was to conduct a narrative review of the literature on the effects of chronic use of PPIs on cognitive impairment in older adults. Articles were reviewed based on a search in the PubMed, Scopus and SciELO databases using both English and Spanish keywords and related MeSH/DeCS terms. Neurological side effects induced by chronic PPI use may be indirectly related to secondary systemic disorders (magnesium and vitamin B12 deficiency) or to direct effects on neuronal functioning after passing through the blood-brain barrier. Although several neurobiological mechanisms by which PPIs could favor the development of dementia-which involve Tau protein function, beta-amyloid [βA] accumulation and cobalamin deficiency, among others-have been described, most of the available clinical evidence has not shown a significant association between PPI use and the risk of dementia or cognitive impairment. To establish the adverse clinical effects of chronic PPI use more clearly, especially on brain functioning, well-designed cohort studies with large sample sizes and long follow-up periods, with a reliable method to adjust for standardized confounders, as well as subgroup analyses are needed.

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