Résumé
Existe una clara desigualdad del estado de salud entre los distintos grupos de nivel socioeconómico, como también en la asignación de los recursos, lo que exige una respuesta ética y moral. La desigualdad en el ingreso inpacta negativamente en la salud de las poblaciones. La forma en que se asignen los recursos para salud constituye un elemento esencial del diseño de las políticas en esta área. Las humanidades y la práctica médica enfrentan el dilema ético de tener que equilibrar su quehacer entre los individuales y colectivos. La escasez de recursos para el sector salud obliga a tomar decisiones que deben conciliar lo mejor para el individuo y la sociedad, con las realidades de la economía. La respuesta está tanto en el campo de la economía como para los profesionales de la salud en el respeto a los principios morales que orienta la Bioética. Las preguntas de: ¿a quién dar? y ¿qué dar?, debieran encontrar su respuesta en la participación social, respetando especialmente el principio de la solidaridad. Las teorías de justicia y la Bioética misma no construyen los sistemas de salud, pero entregan un marco valórico para su organización, que debería ser asumido por quienes diseñan y ejecutan las políticas en este ámbito. El principio de la justicia en especial la distributiva aplicado al ámbito sanitario debiera constituirse en el marco de referencia moral para la organización de los sistemas de salud. La mejor opción desde el punto de vista de la justicia y de la equidad- parece ser un financiamiento universal, solidario, para las atenciones médicas, con un conjunto de prestaciones que debería ser acordado por la sociedad en su conjunto. La prevención y la promoción de la salud son justas y equitativas y apuntan a tener comunidades saludables. Además, son la mejor forma de conciliar los intereses y derechos individuales con los colectivos, en el marco de las restricciones presupuestarias existentes