RESUMO
El paciente que ha sufrido un infarto de miocardio es habitualmente atendido, casi en exclusividad, por el cardiólogo, limitándose el médico de familia a controlar algunos factores de riesgo y posibilitar la renovación de la medicación prescrita. Sin embargo el médico de familia puede y debe tomar un papel activo, garantizando la continuidad de cuidados y estratificando a los postinfartados según su nivel de riesgo. Los pacientes con mejor pronóstico deben ser incluidos en un Programa de Rehabilitación Cardíaca (PRC) extrahospitalario, bajo control del médico de familia y se deben emplear las medidas de prevención secundaria que hayan demostrado su eficacia en ensayos clínicos controlados. Cuando el pronóstico es moderado-severo se debe colaborar con el cardiólogo en la prevención secundaria y en el desarrollo de la fase de mantenimiento del PRC. En todos los casos la educación sanitaria constituye un elemento básico e ineludible de la Atención Primaria (AU)