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1.
Bol. Hosp. Viña del Mar ; 73(1): 4-5, 2017.
Article in Spanish | LILACS-Express | LILACS | ID: biblio-1398559

ABSTRACT

El trabajo editorial, aunque omnipresente, es ampliamente desconocido. Recuerdo con nostalgia mis años de niñez, cuando leía caricaturas en las que, de vez en cuando, aparecían autorretratos de los editores y caricaturistas. Pepo aparecía con rostro alterado por el sueño; y Themo Lobos prefería retratarse rodeado de tazas de café y echado sobre una enorme hoja en blanco. Chiqui de la Fuente, en sus orígenes en la argentina revista "Cocodrilo", era caracterizado como un genio loco que realizaba las más variadas labores. Incluso Félix Rodríguez de la Fuente, el entrañable colega, zoólogo y naturalista español, hacía referencia a las noches en las que, rodeado de leones en el Masai Mara, dedicaba algo de tiempo para redactar sus editoriales a la luz de una linterna "sorda". Los cómics de súper héroes de los Estados Unidos inmortalizaron a John Jonah Jameson, Editor del Daily Bugle en El Hombre Araña; y a Perry White, del Daily Planet, en las historias de Súperman. Y otro médico, el Dr. Watson, compilaba y editaba de algún modo, desde su libreta de anotaciones, las aventuras de Sherlock Holmes. Y es que el trabajo editorial ha sido, es y seguirá siendo un interesantísimo camino de colaboración codo a codo con el conocimiento, requiriendo de quienes lo siguen un variado arsenal de actitudes, conocimientos, habilidades (en resumen, de "competencias") muy integrales. Con todo, extremadamente silencioso. Lejos del humor cascarrabias de los editores de los diarios de Marvel y DC comics, lo cierto es que los editores y miembros de los comités editoriales son personas que prefieren hablar a través de la consecución de estilos, incluso más que de un muy escaso número de textos escritos personalmente. Desde la invención de la imprenta por los chinos en el siglo VI hasta la constitución de la primera imprenta en Europa diez siglos más tarde, y hasta nuestros días, los editores buscaron la trascendencia de los escritos publicados a través de estilos característicos: Redacción, tipografía, formas literarias, encuadernaciones, imágenes, tipo de papel, etc. Todo ello, amalgamado en una obra en particular o en una colección de obras. ¿El espíritu en común? Hacer perdurar el contenido a partir de un continente que facilite su traslado y motive su conocimiento y comprensión más allá de las generaciones. La primera imprenta occidental ya tenía muy marcadamente adquiridas estas características. Aldo Manuzio, el iniciador de la imprenta Aldina ("imprenta de Aldo"), en la Venecia de 1494, dedicó su esfuerzo a comercializar la literatura griega y romana clásica, evitando que cayera en el olvido. Inventó la tipografía itálica, optimizó enormemente la fabricación y utilización de tipos, utilizando tintas de primerísima calidad, y fue el creador de los primeros libros "de bolsillo" (...)

2.
Bol. Hosp. Viña del Mar ; 73(2): 40-41, 2017.
Article in Spanish | LILACS-Express | LILACS | ID: biblio-1398560

ABSTRACT

Cuando escribimos algo, el registro puede quedar para siempre… Y si aquello que escribimos tiene la característica de reproducirse ad infinitum, puede que no sea tan bueno. Los errores durante el trabajo de edición son comunes, tanto en el trabajo gráfico como en el fílmico; aunque menos frecuentes en el trabajo con sonido. En nuestro campo, son comúnmente llamados "errores de imprenta" debido a que es gracias a la imprenta que se reproducen, aunque pueden deberse a otros motivos y no a fallas técnicas durante el proceso de impresión. Pueden ser de diseño, de tipeo, ortográficos, semánticos, gramaticales, referenciales, de ordenamiento… Todos estos corresponden a la fase de edición. Esta se subdivide en fase computacional y fase de prueba de imprenta: La primera se realiza frente a un ordenador, página por página, cuidando que no ocurran, y ayudado por el corrector automático (el que a veces puede transformarse en un gran farsante). Una vez que la fase computacional está finalizada, se realizan impresiones en papel que se reparten a varias personas para que las lean y marquen los errores. Cuando la fase de edición no existe, los errores ocurren en gran profusión. Un tipo particular (llamado error por "copypaste") denota la ausencia de una fase de edición adecuada. Otro error interesante es el error por uso inadecuado de un término. Esto puede ocurrir por ignorancia del que redacta, por corrección automática del ordenador, o por asociación inadvertida con otro concepto similar, en la vorágine de la redacción. Un error (cuya publicación suele ser en extremo divertida para los lectores) ocurre cuando un miembro del equipo editorial ha hecho alguna broma escrita asociada a un texto, y ésta no se ha borrado Un tema estético ampliamente trabajado en edición, parte de la tradición e historia de este trabajo, es el llamado "control de viudas y huérfanas". Esto corresponde al manejo tipográfico (estético y de espacio) que hay que realizar con las líneas y palabras que quedan solas al final de un párrafo (viudas) o al principio o final de una página. Una línea viuda es aquella que, siendo la última de un párrafo, aparece al principio de la página o columna siguiente, por lo que se muestra aislada de su contexto y, por norma general, seguida de una línea en blanco que la separa del siguiente párrafo. Por contraparte, las huérfanas son la primera línea de un párrafo que queda sola al final de una página, con todo el resto del párrafo, que la contextualiza, en la siguiente. Si bien un artículo puede leerse sin mayores contratiempos sin controlar las viudas y huérfanas, es parte del trabajo de edición evitarlas, y entre nosotros su presencia es considerada un error (...)

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